Entre cajas
Por extraño que suene, podría decirse que mi vida se resume en cajas y cada una de ellas encierra una parte de ella.
Algunas cajas están vacías y hablan de las cosas que perdí, como un celular, o de las que simplemente desaparecieron, como los chocolates que recibí como regalo.
Otras guardan recuerdos y lugares distantes, como la caja entre la que guardo el caparazón de un cangrejo o la caja redonda en la que alguna vez estuvo un ponquesito de navidad. Ah, navidad, la caja de las luces que nunca prendieron y convirtieron la casa en un remanso de sombras en medio de las decoraciones de los vecinos. Los coloridos costados de una caja de madera, decorada por un niño, ¿de dónde la habré sacado? No lo sé, solo la guardo junto a mis demás cajas.
Cajas que proveyeron entretenimiento, como la caja de un juego de mesa que ocupó muchas de nuestras tardes o la caja de una de mis películas favoritas.
Hay tantas cajas que guardan promesas y recuerdos, como la cajita que guarda un anillo, promesa de una unión, con una piedrita que perteneció a algún familiar querido.
Tantas cajas, de cartón y de madera, ya gastadas ya viejas o completamente nuevas e intactas. Tantas cajas que cargo en mis brazos y guardo en mi armario.
Tal vez siga apilando cajas y ellas se encarguen de guardar mi vida.
