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Atardece pronto


Un par de gatos.jpg

(Foto "Gatos en la ventana", Ciudad de México. Por: Lenyn Cruz)

-Comadre, ¿ya se fijó? -dijo Blanquita.

-¿En qué? -repuso Ceniza.

-El mundo se volvió loco.

Ceniza echó una mirada al mundo que se extendía a sus pies. Había humanos paseando, algunos llevaban prisa y otros no, las palomas con su mirada estúpida huían a los transeúntes, algún perro callejero ladraba a las bicicletas que pasaban y las voces de los vendedores llamaban a posibles clientes, casi suplicándoles que entraran a comprar.

-¿Loco? -inquirió Ceniza.

-Loco -repitió Blanquita con la mirada fija en el horizonte.

-¿Por qué? -Ceniza trató de seguir el curso de la mirada de la otra, pero no encontró nada extraño. El sol se estaba poniendo, empezaba a hacer frío. Blanquita permanecía en silencio. Ceniza se puso a acicalarse con impaciencia mientras aguardaba.

-¿No huele eso? -dijo Blanquita por fin.

Ceniza olisqueó el aire y sintió el olor denso y desagradable del humo. Sus ojos buscaron la fuente del olor y halló a lo lejos una columna negra que se alzaba hacia el cielo. El atardecer se aceleró, el sol empezó a ocultarse no tras las montañas que dibujaban el horizonte, sino tras la nube de humo negro que se extendía como una mancha de tinta sobre papel blanco. Ceniza esperó a que las personas que se paseaban bajo sus pies se alarmaran, se arrojaran a los teléfonos y empezaran a hacer llamadas, esperó a que los perros ladraran y las palomas volaran a un lugar más seguro, esperó escuchar el familiar aullido de las sirenas desplazándose al lugar desde donde el humo surgía. Pero nada de esto sucedió. Los demás seguían comportándose como si nada sucediera bajo un cielo totalmente ennegrecido.

Ceniza sintió cómo el pelo en su espalda empezaba a levantarse, su corazón latía más rápido y sus ojos eran incapaces de apartarse del humo que había dejado de ser nube para convertirse en una niebla que avanzaba y se enroscaba entre los edificios. El humo se tragó las casas como se había tragado al sol y llegó a la calle bajo la ventana de Blanquita y Ceniza, en la que las personas seguían paseando, los vendedores seguían vendiendo, las palomas miraban al cielo con expresión estúpida y los perros le ladraban a las bicicletas.

El humo colmó la calle y empezó a trepar por la pared del edificio; Ceniza saltó al interior del apartamento y corrió a esconderse bajo la cama mientras que Blanquita con la mirada fija y apenas meneando la cola repetía:

-El mundo se volvió loco.

 
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