Germinar
Perseguidores y fugitivos huimos de una criaturas que guardan parecido con muchos animales conocidos, pero que llegan a ser completamente extrañas a nuestros ojos.
Las criaturas sueltan rugidos enfurecidos mientras corremos por la oscura caverna, procurando poner mayor distancia entre ellas y nosotros, pero no tienen intención alguna de dejarnos escapar, no después de que hemos invadido su nido.
Nuestros perseguidores humanos parecen haber olvidado su propósito inicial y corren despavoridos sin siquiera considerar mantenernos con vida, aún cuando era lo que se suponía que debían hacer.
Mis compañeros y yo logramos un acuerdo mudo en medio de la carrera y nos detenemos, no para enfrentar a las criaturas, sino para hacernos invisibles a sus salvajes ojos y sus perspicaces narices. Siento que la sangre en mis venas se hace un tanto más sólida y empieza a salir por los poros de mi piel, convirtiéndose en un tallo pálido de hojas rojizas y verdes.
El ruido de las zarpas sobre el suelo y los gruñidos de las criaturas se acercan rápidamente mientras que los tallos crecen desde nuestras manos y nos envuelven en verdes capullos.
Cuando los extraños animales nos alcanzan, las plantas nos han cubierto por completo, y se lanzan a la carrera en busca de los otros.
Aunque hemos escapado a las bestias enfurecidas, aún permanecemos en el interior de sus dominios. Es poco probable que los demás se hayan despertado y puedan vernos u olernos, pero podrían escucharnos; el suelo rocoso es tan inestable que el más suave roce podría producir un crujido entre piedras y este, sin duda alguna, rebotaría en initerminables ecos por las paredes de la cueva.
Nos asomamos entre nuestro capullo verde e intercambiamos una mirada un tanto preocupada. Decido arriesgarme y apoyar un pie sobre el suelo. Antes de apoyar todo mi peso sobre él, un tallo crece entre mis dedos y se enreda en la roca, silenciando mi paso por completo.
Mis compañeros se arman de coraje y me imitan. Salimos de la cueva mientras una enredadera crece bajo nuestros pies y nos vuelve invisibles a los oídos de las criaturas que dormitan en la oscuridad.
Una voz conocida me llama. Me vuelvo y la caverna se transforma en los oscuros pasillos de mi casa, la enredadera que había crecido bajo mis pies no es más que un caminito de hojas verdes que yo misma había regado sobre las baldosas.
"¿Qué haces jugando a esta hora?"